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Actualizado - 9 de febrero de 2025
La reconciliación significa la restauración de una relación dañada o destruida, tanto entre las personas como entre Dios y el hombre.
La reconciliación sólo puede producirse cuando se superan la enemistad, la separación o el conflicto y se crea una nueva relación pacífica.
En el sentido cristiano, la reconciliación se refiere principalmente a la restauración de la relación entre Dios y las personas a través de Jesucristo. La reconciliación es un tema central en la fe cristiana y debería serlo también en la interacción humana.
La caída en desgracia
La relación entre Dios y el hombre fue destruida por el pecado. Desde la caída del hombre (s. Génesis 3) hay separación entre Dios y el hombre. Esta separación se manifiesta en la culpa (Isaías 59:2 "Vuestras iniquidades os apartan de vuestro Dios, y vuestros pecados ocultan de vosotros su rostro, para que no oiga."), el miedo, el sufrimiento y, en última instancia, la muerte (Romanos 6:23 „Porque la paga del pecado es muerte; …“).
El pecado ha creado una barrera entre Dios y el hombre que éste no puede superar. Por tanto, la reconciliación es fundamentalmente necesaria. El mensaje central del Evangelio es que Dios mismo ha llevado a cabo la reconciliación, concretamente mediante el sacrificio de Jesús en la cruz.
El intermediario
Pablo escribe en su carta a los Romanos 5:10: "Porque si fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo cuando aún éramos enemigos, ¡cuánto más seremos salvados como reconciliados por su vida!", así como al Colosenses 1:19-20 "Porque agradó a Dios que en él (Cristo) habitase toda la plenitud, y que por él reconciliase consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante su sangre en la cruz.".
Con su muerte en la cruz, Jesús asumió la culpa de la humanidad y abrió así el camino de la reconciliación con Dios. La muerte de Jesús es el punto de inflexión en el que se supera la enemistad entre el hombre y Dios. A diferencia de nosotros, los humanos, que siempre exigimos algo a cambio cuando hacemos algo por alguien, Dios no exige nada a cambio, sino que ofrece al hombre la reconciliación por puro amor y gracia inmerecida. Esto confirma también Juan 3:16 "Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna."
Pablo resume la conclusión en Romanos 5:1 juntos: "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo."
Reconciliación de persona a persona
Bueno, todo esto es reconfortante saberlo, pero ¿qué hacemos con la reconciliación entre las personas? Al fin y al cabo, no somos Dios y no tenemos ni ese amor infinito que todo lo perdona, ni -quizá- la voluntad de reconciliarnos... Y de todos modos: ¡que venga a mí...!
Mateo también estaba familiarizado con este tipo de humanidad y, en consecuencia, escribió en Mateo 5:23-24 "Por eso, cuando lleves tu ofrenda al altar y te acuerdes allí de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano."
¡Vaya, qué fuerte! Así que primero debo perdonar al hombre antes de poder entrar en comunión con Dios. Pablo subraya en su carta a los Efesios 4:32 "Pero sed amables y compasivos unos con otros, perdonándoos mutuamente, como Dios os perdonó a vosotros en Cristo."
Refunfuñar - ..., bueno, no es fácil, lo sé y sólo puedo confirmarlo por experiencia propia. ¿Qué tiene de difícil?
En primer lugar, me parece, te interpones en tu propio camino con tu orgullo, vergüenza, dolor, falta de confianza en Dios y también más o menos falta de humildad hacia Dios.
Aquí nos ayuda el recordatorio de que Dios nos dio primero el perdón a través de Jesús y que podemos recurrir a su ayuda, confiando en su palabra, como por ejemplo Mateo 6:14 Dios cita: "Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial..", no sin antes amonestar en el siguiente versículo 15 "Pero si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.„
Si interpretas el versículo 15 como el dedo índice levantado de Dios o como una admonición bienintencionada y un estímulo para actuar de forma agradable a Dios, depende de ti. Personalmente, me parece más accesible la segunda interpretación, aunque la primera también tiene su justificación.
Excursus - La relación difícil
Hijo y padre habían tenido una relación difícil durante años. De adolescente, a menudo sentía que su padre era demasiado estricto y tenía expectativas demasiado altas sobre él. A los 18 años, tras una acalorada discusión en la que se emplearon palabras muy duras, abandonó la casa de sus padres y juró no volver jamás. Estaba convencido al cien por cien de que su padre nunca le había entendido.
Pasaron los años y construyó su propia vida. Pero a pesar de su éxito profesional y de una casa propia, un vacío permanecía en su interior. Cada vez que pensaba en su padre, sentía rabia, pero también un profundo deseo de paz. Reprimía estos pensamientos y se convencía de que era demasiado tarde para una reconciliación.
Un día recibió una llamada de su madre: su padre estaba gravemente enfermo y no le quedaba mucho tiempo. Estaba indeciso. ¿Debía visitarlo? ¿No era demasiado tarde? ¿Y si reaparecía el resentimiento?
En esta confusión interior, recordó un versículo bíblico de Efesios que había escuchado a menudo en el pasado. Efesios 4:31-32 da la solución a la situación problemática: "Quítense de ustedes toda amargura, enojo, ira, gritería y blasfemia, así como toda malicia. Antes bien, sed amables y compasivos unos con otros, perdonándoos mutuamente, como Dios os perdonó a vosotros en Cristo.„
Estas palabras le llegaron al corazón. Se dio cuenta de que la reconciliación no significa deshacer el pasado, sino estar dispuesto a dar el primer paso y permitir que se produzca la curación.
Fue a casa de sus padres y, cuando volvió a ver a su padre después de tantos años, estaba débil, pero con los ojos llenos de lágrimas. Al principio, ninguno de los dos sabía qué decir. Finalmente, su padre le susurró: "Lo siento. Nunca quise que no te sintieras querido".
En ese momento, toda la dureza se desprendió de él. Se dio cuenta de que su padre también había sufrido y de que su orgullo les había mantenido separados durante tanto tiempo. Le contestó en voz baja: "Yo también siempre quise decírtelo. Lo siento".
En las últimas semanas ha pasado mucho tiempo con su padre. Hablaron de cosas de las que nunca antes habían hablado y se dio cuenta de que su padre siempre le había querido, solo que de una forma distinta a la que a él le hubiera gustado.
Cuando por fin falleció su padre, ya no sintió odio ni remordimiento, sino paz. La reconciliación le había quitado un peso de encima que llevaba arrastrando desde hacía años.
Conclusión
Reconciliarse no significa olvidar el pasado, sino estar dispuesto a dejar que la paz prevalezca sobre el dolor.