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¿La humildad te hace pequeño?

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La humildad se asocia a menudo con la modestia, la moderación y el desinterés. En un mundo caracterizado por la competencia, la autoafirmación y la asertividad, se plantea la cuestión de si la humildad empequeñece a las personas, por ejemplo, las debilita, les roba su poder.
¿O es la humildad una fuerza oculta que muestra la verdadera grandeza precisamente a través de su moderación?

¿La humildad te hace pequeño y débil?

La humildad puede interpretarse como falta de confianza en uno mismo o como sumisión a los demás. En una sociedad que hace hincapié en el rendimiento y la competencia, parece ser una desventaja pasar desapercibido. Los que no se ponen en el centro de la escena pasan desapercibidos con facilidad.

Esto puede llevar a pensar que la humildad impide la autoafirmación. Los que siempre dan un paso atrás y ponen a los demás en primer plano pueden perder fácilmente influencia y encontrarse rápidamente en una posición de dependencia.

Esto es tanto más cierto cuanto que la humildad se interpreta cada vez más como debilidad en la sociedad actual, sobre todo porque los asertivos suelen prevalecer en las estructuras de poder, mientras que a las personas humildes apenas se las toma en serio o no se las toma en absoluto.

A ello se suma la falta de reconocimiento. Los que no destacan sus éxitos o son modestos suelen pasar desapercibidos en una sociedad que se centra en la visibilidad. Esto abre la puerta al peligro del autoabandono: Los que son demasiado reservados corren el riesgo de no valorarse lo suficiente y descuidar sus propias necesidades. La sociedad documenta constantemente la confirmación de esta suposición.

Lucas hace aquí una consideración (Lucas 14:11) "Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido".

    La humildad, fuente de fuerza

    Sin embargo, la humildad también puede entenderse como fuerza interior y signo de soberanía. La humildad permite no dejarse guiar por el egoísmo y tomar decisiones bien fundadas en paz.

    Las personas humildes no dependen del reconocimiento ni de la búsqueda de poder. Descansan en sí mismas y son menos susceptibles a la manipulación porque están fortalecidas por su libertad interior.

    Los grandes líderes han demostrado que el verdadero poder reside muy a menudo en una marcada humildad y obediencia: Jesús sirvió, cumpliendo la voluntad de Dios, aunque tenía el poder de imponer su propia voluntad.

    Las personas humildes pueden inspirar a los demás sin tener que recurrir al dominio. Estas personas suelen ser percibidas como auténticas. Su humildad vivida fomenta el espíritu de equipo y la confianza.

    Las personas humildes se caracterizan por una moral fuerte. Están más dispuestas a admitir errores y a aprender de ellos, lo que a largo plazo conduce a la sabiduría y la grandeza.

    James apuntala en Santiago 4:6Pero la gracia que da es tanto más rica. Por eso dice: "Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes".

      Equilibrio entre humildad y autoafirmación

      La humildad no te hace necesariamente pequeño, sino que puede ser una actitud poderosa, si se combina con la confianza en uno mismo. La verdadera humildad no significa autoabandono, sino una autoevaluación realista y la capacidad de utilizar el poder con sabiduría.

      Si combinas la humildad con la confianza en ti mismo y eres consciente de tus puntos fuertes sin ser arrogante, serás respetado y apreciado.

      Hay momentos en los que es prudente dar un paso atrás, pero también hay momentos en los que es necesario hacerse valer. La humildad, utilizada sabiamente, determina el éxito de una cooperación beneficiosa.

      Las personas que actúan con humildad y previsión pueden construir una autoridad más profunda y sostenible a largo plazo, por lo que pueden ser un modelo útil para los demás.

      El estilo de liderazgo moderno conocido como "liderazgo de servicio" muestra que la verdadera autoridad proviene del respeto, no del dominio, sino de una actitud humilde de servicio, como dice San Mateo en Mateo 23:11 "Pero el mayor entre vosotros será vuestro servidor..." confirmado.

      Excursus: un ejemplo práctico

      Michael llevaba años trabajando diligentemente en su empresa. Era competente, fiable y ayudaba a sus compañeros siempre que podía. Pero mientras otros gritaban sus éxitos, él pasaba desapercibido. Creía que su trabajo hablaría por sí solo.

      Cuando quedó vacante un puesto directivo, uno de los empleados pensó que se reconocerían sus años de duro trabajo y ayuda. Pero, en lugar de eso, se le dio el puesto a un compañero que había solicitado el puesto de forma mucho más proactiva y había publicitado activamente sus logros.

      Al principio se sintió pequeño e ignorado. ¿Le había perjudicado su modestia? ¿Debería haber dado más importancia a su persona? Pero entonces recordó un versículo bíblico de 1 Pedro 5:6que establece "Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte a su tiempo.

      Decidió no caer en la amargura y seguir trabajando fiel y honradamente. Unos meses más tarde, su colega dimitió inesperadamente y la dirección de la empresa le ofreció el puesto. Habían apreciado su constancia y su capacidad para trabajar en equipo, cualidades que había demostrado con su persistente humildad.

      Su ejemplo demostró que la humildad a veces puede parecer poca cosa, pero no te hace pequeño. Conserva el carácter, promueve la fuerza interior y, en última instancia, es vista y recompensada por las personas adecuadas y por Dios.

        Conclusión

        La humildad no te hace pequeño si se entiende y se practica correctamente. La humildad protege contra la arrogancia, da paz interior y, en combinación con la confianza en uno mismo, puede convertirse en una gran fortaleza. La verdadera grandeza no se demuestra en un comportamiento chillón, sino en la capacidad de tratar a los demás con respeto, modestia y confianza. El poder y la humildad no son opuestos, sino que se complementan en un equilibrio ideal. Hay que encontrarlo y fortalecerlo de nuevo cada día, fieles al consejo de Santiago en Santiago 4:10 "Humillaos ante el Señor y él os exaltará".

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